En mi regreso de un viaje mas en el tramo de Monterrey a Cd Anahuac, pasamos por los pueblos que se pinta por su leyendas y historias, desde Villaldama, Bustamante y desvacion a Candela Coahuila , al llegar a Lampazo cierro los ojos inmediatamente me llega un recuerdo cuando yo era pequeño estaba en la cosina de mi abuela con mi hermana, esperando con ansias el banquete que nos ofrecia mi abueilita Carmelita, ella en la mesa estaba haciendo las tortillas de harina, ese aroma a frijoles refrito llenaba la cosina con los recuerdos de su notalgia, comenzo a platicar de un personaje que era mas que un idolo, como si fuera un heroe nacional, al momento de comenzar a platicar de el vi en sus ojos como se llenaban de recuerdos de su niñez, era mas que un poema de amor por el, comenso " Esta es un cuento que no es cuento es una historia de mi historia donde el, siempre con una sonrisa en sus labios llegaba a la casa DON BENITO GARCIA SANCHEZ cada vez que pasa la puerta de la casa era una fiesta, pero esta historia comenzo, " Corría el año de 1913, cuando el vendaval de la Revolución llegó a
Lampazos de Naranjo. Doscientos soldados estaban acampados en el pueblo
al mando del mayor Nemesio Chávez y las fuerzas rebeldes de Pablo González, tras la toma de Villaldama, con quinientos guerrilleros amagaban atacar este poblado. Ante tal amenaza, se le dio el nombramiento de Coronel al ingeniero Francisco Naranjo
para que enlistara entre los vecinos del lugar un cuerpo de voluntarios
para defender el pueblo. Muchos lampacenses se anotaron en la
infantería pero, entre vecinos y efectivos de la gendarmería del
Contra-resguardo Aduanal, se formó también un cuerpo de caballería con
los mas hábiles jinetes. Y ahí, sobre su caballo, estaba Benito García Sánchez".
Los voluntarios Lampacenses llamados la Defensa Social,
como civiles que eran, no tenían ninguna formación militar; pero la
necesidad de defender a sus familias de la tragedia que se acercaba, los
convertía en verdaderos leones. El enemigo, cualquiera que fuera,
conocería el valor y furia de un hombre cuando defiende su casa.
Así las cosas, los revolucionarios avanzaron aquel 18 de marzo,
seguros de su armamento y superioridad numérica; y desde el sur y la
estación, las descargas de fusilería y metralla inauguraron el bautizo
de fuego que confirmó una vez más el valor de los hombres de esta tierra
que se batieron con tal decisión y fiereza, que durante dos días de
combate hicieron fracasar todas las cargas del enemigo. Sorprendidos
ante el arrojo y efectividad de los defensores, los invasores se
retiraron en un repliegue táctico para preparar un ataque más digno de
tan soberbio contrincante. En el pueblo, estalló el júbilo ante la
victoria.
Los siguientes días fueron de nerviosismo para las familias; de
preparar barricadas, parapetos y trincheras por toda la población; y
mientras el viento cantaba las pasadas glorias bélicas de este pueblo,
los hombres recibían instrucción en el arte de la guerra. En esos días, Fortunato Zuazua
y sus rebeldes, buscaron entrevistar a los jefes defensores para pedir
la rendición y evitar todo el sufrimiento que vendría con el nuevo
ataque; pero los lampacenses se negaron a entregar el poblado sin
pelear.
La hora trágica llegó. Al amanecer del 28 de marzo, el sol asomó sobre la Iguana
y descubrió a Lampazos entero convertido en una sola trinchera. Los
altos de las casas y sus calles se erizaban de bayonetas y fusiles.
Mientras los jinetes del pueblo esperaban la orden para cargar a fuego y
sable contra el enemigo, los infantes esperaban con pulso firme
parapetados en techos y barricadas para refrendar una vez más el destino
heroico de Lampazos de Naranjo. La moneda giraba ya en el aire.
Los revolucionarios avanzaron otra vez por el sur y la estación. Al
estruendo de la batalla, las calles se fueron sembrando de cadáveres y
heridos de uno y otro bando. Los defensores no pedían ni concedían
piedad, pues por sus venas corrían aún caliente e impetuosa la herencia
de sus padres y abuelos que enfrentaron la historia del país en todas
las guerras. Se peleaba casa por casa, esquina por esquina. A cada
trecho que conquistaba el enemigo, infantes y jinetes se replegaban a
los siguientes techos y barricadas.
Rosendo Garza, a la postre secretario de la Gendarmería
Fiscal, obcecado y bravío peleaba en la infantería; pero su punto
defensivo estaba ya por caer y sus compañeros uno a uno se habían ido
retirando. Sólo él quedaba en la barricada y Benito García llegó para
gritarle:"
Que le grito abuelita interumpio mi hermana, ya nena deja que hable mi abuelita.
bueno comenzaba a platicar de nuevo mi abuela con la narracion :
"_ ¡Ándale, Rosendo...! ¡Que vamos a cubrir la siguiente tapia! ¡Aquí ya no hay nada qué hacer...!
Benito se adelantó un tramo, pero al volver la vista atrás, vio que
Rosendo seguía defendiendo la trinchera que ya no resistiría un minuto
más de ataque. Giró su cabalgadura y bajo la lluvia de plomo, pasó como
centella cargando en ancas al bravo combatiente, arrancándolo de las
garras de la muerte. En esa batalla, todo era valor y heroísmo. Había
que salvar la vida para continuar el combate dos cuadras más delante.
Las horas pasaron, la noche llegó y transcurrió sin un minuto de
descanso para los combatientes. El sol salió y la pelea iba atravesando
el pueblo. Por la tarde de ese día 29, llegó por la calle Juan Ignacio Ramón y las calles del barrio de La Ermita se sacudían por el fragor de la batalla. En un zafarrancho de caballería, Juan Francisco García
voló por los aires al rodar su caballo con una herida mortal. Benito
vio a su hermano batirse a pie con sólo pistola en mano; y abriéndose
paso a punta de sable entre los combatientes, caracoleó en círculos su
caballo, cubrió al jinete en desgracia y lo cargó en ancas para sacarlo
a galope tendido de una situación desventajosa que habría sido una
muerte segura. El rescatado, siguió la lucha entre la infantería.
Así, todo fue pelear a brazo partido, defendiendo día y noche cada
palmo de terreno; pero al obscurecer del día siguiente y después de
cuarenta horas de furia, los defensores se replegaron hacia el monte
dejando atrás el pueblo humeante; sin embargo, tendidos por las calles,
también quedaron 85 enemigos. El Invasor agotado por la larga lucha, ya
no los siguió. La conquista se había consumado, pero si cayó Lampazos:
¡nadie diga nunca que fue por falta de hombres...!
Tres meses después, los revolucionarios fueron desalojados por otra
fuerza superior y los civiles regresaron a tratar de reconstruir sus
hogares y continuar la vida. Aquella jornada trágica fue recordada
muchos años por el pueblo; pero olvidando que la historia la hacen los
pueblos y no unos cuantos hombres, los libros sólo hablan de los jefes
de alta graduación. Sin embargo, los ancianos todavía recuerdan a sus
muertos y cuentan a las nuevas generaciones los recuerdos de un pasado
de gloria y sufrimiento que templaron al lampacense de viejo cuño."
Estos hechos fueron reales de mi padre me lo conto don Rosendo Garza,y de mi hermano mayor Juan Francisco García Castañeda que todavia recuerda "_..."Y ahí, sobre su caballo, estaba tu padre: Benito García Sánchez."
me decia mi abuela CARMEN DE REFUGIO GARCIA CASTAÑEDA que Lampazo es una ciudad viva de leyenda e historias que pinta sus casas con los recuerdos de mas de 300 años, la Ciudad de los Generales.
Abro los ojos de mis recuerdos y llego a mis destino, bendito sea mi señor que tengo a mis seres querido latiendo en mi corazon aunque ellos esten descansando.
Informacion obtenida de
No conocemos la continua lucha de los pueblos,este cuento basado en hechos reales es una pequeña muestra de la gran historia q tiene el pueblo mexicano a traves de los años
ResponderEliminarTienes email?
ResponderEliminaryakovdiaz@hotmail.com y mi cuenta de facebook https://www.facebook.com/jacob.diazorozco
EliminarAy possibildad que somos familiares
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